Medidas para favorecer la eficiencia del mercado de trabajo y reducir la dualidad
laboral. La falta de un nivel óptimo de flexibilidad interna es, como ha quedado expuesto, una de las características de
nuestro mercado de trabajo, afectando ello primordialmente a trabajadores con contrato temporal y en menor medida a
trabajadores indefinidos mediante despidos. El resultado es, a estas alturas, sobradamente conocido: la acusada rotación y
segmentación de nuestro mercado de trabajo.
Con el objetivo de incrementar la eficiencia del mercado de trabajo y reducir la dualidad laboral, el capítulo IV del presente
real decreto-ley recoge una serie de medidas que van referidas esencialmente a la extinción del contrato. No obstante, el
capítulo se inicia con una medida relativa a la celebración de contratos temporales. Concretamente, con la finalidad de
completar las medidas de fomento de la contratación indefinida e intentar reducir la dualidad laboral lo antes posible, se
adelanta el fin de la suspensión de la imposibilidad de superar un tope máximo temporal en el encadenamiento de contratos
temporales recogida en el apartado 5 del artículo 15 del Estatuto de los Trabajadores. Esta previsión volverá a ser de
aplicación a partir del 1 de enero de 2013.
El denominado «despido exprés» se ha convertido, a la luz de los datos más recientes, en el principal cauce de extinción de
contratos indefinidos, superando con creces el número de despedidos colectivos y objetivos. Más allá de los beneficios en
términos de rapidez y seguridad económica que esta posibilidad reporta a las empresas, el «despido exprés» se revela
frontalmente opuesto a lo que debería ser un sistema de extinción del contrato de trabajo presidido por la idea de «flexiseguridad».
El «despido exprés» crea inseguridad a los trabajadores, puesto que las decisiones empresariales se adoptan probablemente
muchas veces sobre la base de un mero cálculo económico basado en la antigüedad del trabajador y, por tanto, en el coste
del despido, con independencia de otros aspectos relativos a la disciplina, la productividad o la necesidad de los servicios
prestados por el trabajador, limitando, además, sus posibilidades de impugnación judicial, salvo que concurran conductas
discriminatorias o contrarias a los derechos fundamentales. Pero también desde el punto de vista empresarial, el éxito del «despidos exprés» también ha puesto en evidencia las disfuncionalidades del régimen jurídico del despido. No constituye un
comportamiento económicamente racional bel que cabría esperar del titular de una actividad empresarialb despedir
prescindiendo muchas veces de criterios relativos a la productividad del trabajador y, en todo caso, decantándose por un
despido improcedente y, por tanto, más caro que un despido procedente por causas económicas, técnicas, organizativas o
de producción, cuya justificación debería ser más habitual en tiempos, como los actuales, de crisis económica. La razón deello se residencia en los costes adicionales que acarrean los salarios de tramitación y en la dificultad, que se ha venido
denunciado, respecto a la posibilidad de acometer extinciones económicas con costes, en términos de tiempo y económicos,
razonables.
La caracterización del despido colectivo, con un expediente administrativo y posibles impugnaciones administrativas y
judiciales, se ha revelado contraria a la celeridad que es especialmente necesaria cuando se trata de acometer
reestructuraciones empresariales. De ahí seguramente la tendencia a alcanzar acuerdos con los representantes de los
trabajadores durante el período de consulta como modo de asegurar la autorización por parte de la autoridad laboral. Sin
embargo, ello se ha hecho muchas veces a costa de satisfacer indemnizaciones a los trabajadores despedidos porencima de
la legalmente prevista para este despido. Se desnaturaliza así, en buena medida, el período de consultas con los
representantes de los trabajadores que, en atención a la normativa comunitaria, deben versar sobre la posibilidad de evitar o
reducir los despidos colectivos y de atenuar sus consecuencias, mediante el recurso a medidas sociales destinadas, en
especial, a la readaptación o la reconversión de los trabajadores despedidos.
Por su parte, los despidos objetivos por las mismas causas han venido caracterizándose por una ambivalente doctrina
judicial y jurisprudencia, en la que ha primado muchas veces una concepción meramente defensiva de estos despidos, como
mecanismo para hacer frente a graves problemas económicos, soslayando otras funciones que está destinado a cumplir este
despido como cauce para ajustar el volumen de empleo a los cambios técnico-organizativos operados en las empresas. Lo
que seguramente explica que las empresas se decantaran a menudo por el reconocimiento de la improcedencia del despido,
evitando un proceso judicial sobre el que no se tenía demasiada confianza en cuanto a las posibilidades de conseguir la
procedencia del despido, debiendo, por tanto, abonar la indemnización por despido improcedente más el coste adicional
que suponían los salarios de tramitación.
Sobre la base del anterior diagnóstico, el conjunto de medidas referidas a la extinción del contrato de trabajo,, se inicia con una reforma del régimen jurídico del despido colectivo. Una de las principales novedades reside en
la supresión de la necesidad de autorización administrativa, manteniendo la exigencia comunitaria de un período de
consultas, pero sin exigirse un acuerdo con los representantes de los trabajadores para proceder a los despidos. Ello se
acompaña de una asimilación de estos despidos colectivos con el resto de despidos a efectos de su impugnación y
calificación judicial, con la particularidad de que se prevé una acción para la que están legitimados los representantes de los
trabajadores y que permitirá dar una solución homogénea para todos los trabajadores afectados por el despido.
También se introducen innovaciones en el terreno de la justificación de estos despidos. La ley se ciñe ahora a delimitar las
causas económicas, técnicas, organizativas o productivas que justifican estos despidos, suprimiéndose otras referencias
normativas que han venido introduciendo elementos de incertidumbre. Más allá del concreto tenor legal incorporado por
diversas reformas desde la Ley 11/1994, de 19 de mayo, por la que se modifican determinados artículos del Estatuto de los
Trabajadores, y del texto articulado de la Ley de Procedimiento Laboral y de la Ley sobre Infracciones y Sanciones en elOrden Social, tales referencias incorporaban proyecciones de futuro, de imposible prueba, y una valoración finalista de estos
despidos, que ha venido dando lugar a que los tribunales realizasen, en numerosas ocasiones, juicios de oportunidad
relativos a la gestión de la empresa. Ahora queda claro que el control judicial de estos despidos debe ceñirse a una
valoración sobre la concurrencia de unos hechos: las causas. Esta idea vale tanto para el control judicial de los despidos
colectivos cuanto para los despidos por causas objetivas ex artículo 52 c) del Estatuto de los Trabajadores.
La nueva regulación refuerza los elementos sociales que deben acompañar a estos despidos. De una parte, se incentiva que
mediante la autonomía colectiva se establezcan prioridades de permanencia ante la decisión de despido de determinados
trabajadores, tales como aquellos con cargas familiares, los mayores de cierta edad o personas con discapacidad. De otra
parte, en aquellos despidos colectivos que afecten a más de cien de trabajadores, la ley contempla una efectiva obligación
empresarial de ofrecer a los trabajadores un plan de recolocación externa, que incluya medidas de formación, orientación
profesional, atención personalizada y búsqueda activa de empleo.
Las medidas referidas a la extinción del contrato de trabajo se refieren también a las indemnizaciones y otros costes
asociados a los despidos. Así, se considera necesario para mejorar la eficiencia del mercado de trabajo y reducir la dualidad
laboral acercar los costes del despido a la media de los países europeos. La tradicional indemnización por despido
improcedente, de 45 días de salario por año de servicio con un máximo de 42 mensualidades, constituye un elemento que
acentúa demasiado la brecha existente entre el coste de la extinción del contrato temporal y el indefinido, además de ser un
elemento distorsionador para la competitividad de las empresas, especialmente para la más pequeñas en un momento como
el actual de dificultad de acceso a fuentes de financiación.
Por ello, el presente real decreto-ley generaliza para todos los despidos improcedentes la indemnización de 33 días con un
tope de 24 mensualidades que se ha venido previendo para los despidos objetivos improcedentes de trabajadores con
contrato de fomento de la contratación indefinida. Con esta generalización se suprime esta modalidad contractual, que se
había desnaturalizado enormemente tras la última ampliación de los colectivos con los que se podía celebrar dicho contrato.
Las nuevas reglas sobre la indemnización por despido improcedente se aplican a los contratos celebrados a partir de la
entrada en vigor del presente real decreto-ley. Para el caso de los contratos celebrados con anterioridad a dicha fecha, la
indemnización se seguirá calculando de acuerdo con las reglas anteriormente vigentes, si bien tan sólo con respecto al
tiempo de servicios prestados antes de la entrada en vigor de esta norma. Para el tiempo de servicios restante, se tendrán en
cuenta la nueva cuantía de 33 días por año de servicio. Con estas reglas, se es respetuoso con el principio de igualdad ante la
ley consagrado en el artículo 14 de la Constitución Española, al tiempo que se tienen en cuenta las expectativas
indemnizatorias de los trabajadores con contrato en vigor.
Los cambios normativos hasta ahora reseñados en cuanto a la extinción del contrato de trabajo permiten dejar atrás otras
reglas y previsiones cuya finalidad no era otra que, de un modo indirecto y un tanto irrazonable, mitigar las rigideces queOrden Social, tales referencias incorporaban proyecciones de futuro, de imposible prueba, y una valoración finalista de estos
despidos, que ha venido dando lugar a que los tribunales realizasen, en numerosas ocasiones, juicios de oportunidad
relativos a la gestión de la empresa. Ahora queda claro que el control judicial de estos despidos debe ceñirse a una
valoración sobre la concurrencia de unos hechos: las causas. Esta idea vale tanto para el control judicial de los despidos
colectivos cuanto para los despidos por causas objetivas ex artículo 52 c) del Estatuto de los Trabajadores.
La nueva regulación refuerza los elementos sociales que deben acompañar a estos despidos. De una parte, se incentiva que
mediante la autonomía colectiva se establezcan prioridades de permanencia ante la decisión de despido de determinados
trabajadores, tales como aquellos con cargas familiares, los mayores de cierta edad o personas con discapacidad. De otra
parte, en aquellos despidos colectivos que afecten a más de cien de trabajadores, la ley contempla una efectiva obligación
empresarial de ofrecer a los trabajadores un plan de recolocación externa, que incluya medidas de formación, orientación
profesional, atención personalizada y búsqueda activa de empleo.
Las medidas referidas a la extinción del contrato de trabajo se refieren también a las indemnizaciones y otros costes
asociados a los despidos. Así, se considera necesario para mejorar la eficiencia del mercado de trabajo y reducir la dualidad
laboral acercar los costes del despido a la media de los países europeos. La tradicional indemnización por despido
improcedente, de 45 días de salario por año de servicio con un máximo de 42 mensualidades, constituye un elemento que
acentúa demasiado la brecha existente entre el coste de la extinción del contrato temporal y el indefinido, además de ser un
elemento distorsionador para la competitividad de las empresas, especialmente para la más pequeñas en un momento como
el actual de dificultad de acceso a fuentes de financiación.
Por ello, el presente real decreto-ley generaliza para todos los despidos improcedentes la indemnización de 33 días con un
tope de 24 mensualidades que se ha venido previendo para los despidos objetivos improcedentes de trabajadores con
contrato de fomento de la contratación indefinida. Con esta generalización se suprime esta modalidad contractual, que se
había desnaturalizado enormemente tras la última ampliación de los colectivos con los que se podía celebrar dicho contrato.
Las nuevas reglas sobre la indemnización por despido improcedente se aplican a los contratos celebrados a partir de la
entrada en vigor del presente real decreto-ley. Para el caso de los contratos celebrados con anterioridad a dicha fecha, la
indemnización se seguirá calculando de acuerdo con las reglas anteriormente vigentes, si bien tan sólo con respecto al
tiempo de servicios prestados antes de la entrada en vigor de esta norma. Para el tiempo de servicios restante, se tendrán en
cuenta la nueva cuantía de 33 días por año de servicio. Con estas reglas, se es respetuoso con el principio de igualdad ante la
ley consagrado en el artículo 14 de la Constitución Española, al tiempo que se tienen en cuenta las expectativas
indemnizatorias de los trabajadores con contrato en vigor.
Los cambios normativos hasta ahora reseñados en cuanto a la extinción del contrato de trabajo permiten dejar atrás otras
reglas y previsiones cuya finalidad no era otra que, de un modo indirecto y un tanto irrazonable, mitigar las rigideces que han venido caracterizando al régimen jurídico del despido.
Junto a la supresión del «despido exprés» se introducen otras modificaciones en las normas que aluden a los salarios de
tramitación, manteniendo la obligación de empresarial de abonarlos únicamente en los supuestos de readmisión del
trabajador, bien por así haber optado el empresario ante un despido declarado improcedente, bien como consecuencia de la
calificación de nulidad del mismo. En caso de los despidos improcedentes en los que el empresario opte por la
indemnización, el no abono de los salarios de tramitación se justifica en que el tiempo de duración del proceso judicial no
parece un criterio adecuado para compensar el perjuicio que supone la pérdida del empleo, pudiendo, además, el trabajador
acceder a la prestación de desempleo desde el mismo momento en que tiene efectividad la decisión extintiva. Por lo demás,
los salarios de tramitación actúan en ocasiones como un incentivo para estrategias procesales dilatorias, con el añadido de
que los mismos acaban convirtiéndose en un coste parcialmente socializado, dada la previsión de que el empresario podrá
reclamar al Estado la parte de dichos salarios que exceda de 60 días.
En esta misma línea, en orden a un tratamiento legal más razonable de los costes vinculados a la extinción del contrato de
trabajo, el presente real decreto-ley modifica el régimen jurídico del Fondo de Garantía Salarial, racionalizando su ámbito de
actuación, ciñéndolo al resarcimiento de parte de las indemnizaciones por extinciones de contratos indefinidos, que tengan
lugar en empresas de menos de 25 trabajadores y no hayan sido declaradas judicialmente como improcedentes.
BASES DE CONSULTAS JURÍDICAS CON MAS DE 600 RESPUESTAS ACCESO INMEDIATO
-TRÁFICO, MULTAS Y VEHICULOS.
-HERENCIAS Y DONACIONES.
-PENSIONES, INCAPACIDADES LABORALES.
-TRABAJADORES, EMPRESAS, CONTRATOS LABORALES, SALARIOS, ETC.
-PROPIEDADES, FINCAS, VIVIENDAS, COMUNIDAD DE PROPIETARIOS.
-SEPARACIONES, DIVORCIOS, MENORES, PENSIÓN ALIMENTOS, ETC
- FISCALIDAD, HACIENDA, SERVICIOS BANCARIOS.
-PENALES.
-EXTRANJERÍA.
-VARIOS TEMAS.
Listado que incluye todas la respuestas jurídicas incluidas en la bases de consultas legales. |